Com cada any, la nostra escola participa en
un concurs la ONCE i els Lletraferits hem estat
convidats a donar suport a aquesta iniciativa. El que hem fet és crear textos
(cadascú dins del seu estil) que estiguen relacionats amb l'economia i amb el
comerç just. Pel que fa l'economia, hem intentat parlar de la necessitat de
donar oportunitats a la persona, és a dir, potenciar l'economia social per
damunt de les grans empreses que no donen importància a l'ésser humà i primen
la producció per damunt de les persones; donar oportunitats a la petita empresa
que pot ajudar de manera local i respectant els drets humans.
En aquesta societat en la qual vivim, moltes
vegades oblidem que les persones són més importants que les mercaderies, que
tot allò que consumim té al darrere molta gent que treballa dur dia a dia i
moltes vegades no obté una recompensa justa pel seu dur treball.
Així, doncs, pensant en aquelles persones que
són emprenedores i que donen un servei als altres, hem creat aquestos textos.
Potser semblen una mica al·legòrics però també som conscients que vivim en una
societat que sap veure més enllà de les paraules.
Aquesta és la nostra humil aportació. Ànim i
sort, companys!
Necesidad:
En una soleada mañana de sábado, un niño
observaba detenidamente el lento baile de las hojas de un árbol debido a la
brisa del viento. Este árbol estaba en un vivero el destino del cual era, entre
otras cosas, surtir a la ciudad de leña para el invierno y otras manufacturas.
Las hojas, jóvenes e inexpertas, eran conscientes de su futuro, sabían que en
algún momento sus vidas cambiarían. Pero la espera y el paso del tiempo
mientras el árbol crecía, les hacía pensar en ese futuro incierto. Una de esas
jóvenes hojas esperaba ser recogida para convertirse, junto a sus compañeras,
en papel. La joven hoja se preguntaba por qué esperaba sufriendo, a cada
segundo que pasaba, su indeseado futuro, pero enseguida recordaba la razón:
necesidad, necesidad de sobrevivir, al igual que muchas otras compañeras suyas.
Una vez le preguntó a una compañera por qué no podían elegir ya que otras hojas
vivían tranquila y felizmente en un jardín. Su compañera le respondió:
- ¿Elegir? Esa posibilidad no la tenemos, no
hemos tenido tanta suerte de nacer en un jardín.
La hoja miraba a algunas personas que la
observaban sin hacer nada. Cada vez que esto pasaba, preguntaba al aire:
- ¿Por qué solo miras entristecido sin hacer
nada? No me mires con los ojos cerrados sin saber hacia donde ir, ábrelos y
acércate a mí. - decía la hoja deseando ser escuchada pero sus palabras solo
llegaban a sus compañeras que al igual que ella, sufrían el mismo destino.
Pitufina
Reflexiones del pequeño autónomo
Solamente pensáis en el dinero
y ahora dejáis de lado a la gente.
Seguid así, que yo haré lo que quiero:
tratar como familia a mis clientes.
Pablo Raga
Esta es la historia de una pequeña luz que
vivía en una ciudad de luces. Era un poco diferente a las demás. Todas tenían
un tono anaranjado mientras ella era más clara i brillaba un poco menos. Esta
luz se sentía bastante sola ya que el resto de luces parecía que seguían un
plan establecido: todas se encendían a la misma hora y se apagaban a la vez,
pero ella tenia su propio horario. Muchas veces el resto de luces la miraban
sorprendidas porque tampoco estaba siempre en el mismo sitio de la ciudad, a veces
estaba en el parque, otras en la calle principal i muchas otras veces pensaba
que su sitio estaba en los lugares más difíciles, en los más oscuros donde las
luces naranjas no querían ir. Esta pequeña luz, aunque un poco solitaria, era
feliz. Se sentía bien cuando encontraba un lugar oscuro y lo iluminaba un poco.
Otros habitantes de la ciudad, que no eran luces, a veces le daban las gracias
ya que su presencia hacía que aquellos lugares parecieran menos peligrosos.
Otras veces tenia problemas, a otros habitantes de la ciudad no les gustaba que
iluminara ciertos callejones porque hacia que se vieran sus malas acciones.
Esto provocó que algunos de ellos la atacaran y trataran de apagarla pero de
cada incidente se recuperaba y seguía iluminando, poco pero suficiente. También
llegó a fijarse en el aspecto de las luces naranjas: muchas de ellas estaban
tristes, sentían que su trabajo era rutinario y que no valoraban lo que hacían.
Seguir aquellos horarios tan duros y largos muchas veces les resultaba agotador
y se apagaban de repente. Algunas volvían a encenderse al cabo de horas o días,
pero otras se apagaban para siempre. Esta pequeña luz sentía mucha pena por
ellas ya que no eran libres de iluminar lo que querían sino que les obligaban a
estar en un sitio determinado durante unas horas determinadas.
Un día se armó de valor y preguntó a una de
las luces naranjas por qué no se movían y ésta, con cara de sorprendida, le
dijo que aquel siempre había sido su sitio, que nunca se había planteado ir por
su cuenta y que hacer otra cosa sería de inconscientes.
La pequeña luz amarilla sintió mucha lástima
por aquella respuesta y pensó que, aunque le costara mucho esfuerzo, seguiría
iluminando las partes oscuras de su mundo.
Teresa Guerrero.
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